miércoles, 19 de enero de 2011

Pancreatitis





La pancreatitis consiste en una inflamación aguda o crónica del páncreas. Los ataques agudos normalmente se caracterizan por un dolor abdominal severo que irradia desde la parte superior del abdomen hacia la espalda, causando desde una leve inflamación del páncreas hasta un fallo total del órgano que puede comprometer la vida del individuo. La pancreatitis crónica es un estado progresivo que supone el desarrollo de una serie de crisis agudas. Estas crisis causan dolor intermitente o constante y pueden acabar en una lesión permanente del páncreas.

El páncreas es un órgano estrecho y delgado, localizado en la zona profunda de la cavidad abdominal, detrás del estómago y por debajo del hígado. Está formado por tejido exocrino, que sintetiza potentes enzimas que facilitan la digestión de grasas, proteínas, y carbohidratos en el intestino delgado y bicarbonato que ayuda a la neutralización de los ácidos del estómago. También contiene los denominados "islotes", formados por tejido endocrino, donde se sintetizan algunas hormonas como el glucagón y la insulina, vitales para el transporte de glucosa al interior de las células del organismo.

Normalmente, la mayoría de enzimas digestivas pancreáticas son sintetizadas y transportadas al duodeno (primera porción del intestino delgado) en forma inactiva. Aunque no se conocen exactamente los mecanismos de la pancreatitis, se cree que durante un ataque de pancreatitis se inhibe la liberación de estos enzimas hacia el duodeno, activándose en el propio páncreas, e iniciándose la autodigestión y destrucción de éste.

La pancreatitis es más frecuente en hombres que en mujeres, estando vinculada y agravándose con el alcoholismo y con enfermedades de la vesícula biliar (relacionadas con la formación de cálculos biliares que bloquean el conducto biliar, en un punto muy próximo al conducto pancreático, justo donde se une al duodeno). Estas dos condiciones son responsables de aproximadamente el 80% de los ataques de pancreatitis agudas, y también son mayoritarias en la pancreatitis crónica. En un 10% de los casos la causa es idiopática (desconocida), y el 10% restante es debido a:


Fármacos, como el ácido valproico y los estrógenos
Infecciones víricas, como paperas, Hepatitis A y B, y la causada por el virus de Epstein-Barr
Hipertrigliceridemia, hiperparatiroidismo, o hipercalcemia
Fibrosis Quística
Síndrome de Reye, en niños
Cáncer pancreático
Cirugía del área del páncreas (como cirugía del conducto biliar) o traumatismo





Signos y Síntomas

Pancreatitis aguda

Aproximadamente el 75% de las crisis de pancreatitis aguda se considera leve, aunque estas crisis ocasionen un severo dolor abdominal, náuseas, vómitos, debilidad e ictericia. Estos ataques ocasionan inflamación local, hinchazón y hemorragias (sangrados), que normalmente se autoresuelven con el tratamiento apropiado, causando poco o ningún daño permanente. Aproximadamente en el 25% de los casos existen complicaciones, como necrosis (muerte) tisular, infecciones, hipotensión (tensión arterial baja), dificultad para respirar, shock, y fallo renal o hepático. Es importante acudir al médico si aparecen síntomas sugerentes de pancreatitis, ya que la severidad de los síntomas no refleja necesariamente la magnitud de la lesión, y además otras patologías (que requieren distinto tratamiento) pueden causar síntomas similares.

Pancreatitis crónica


Los pacientes con pancreatitis crónica pueden padecer crisis recurrentes con síntomas similares a los de la pancreatitis aguda; la frecuencia de estas crisis aumenta a medida que la situación avanza. Al final, el tejido pancreático aparece cada vez más cicatrizado y las células que sintetizan enzimas digestivas son destruidas, causando insuficiencia pancreática (incapacidad de sintetizar enzimas y digerir grasas y proteínas), pérdida de peso, malnutrición, ascitis (líquido en la cavidad abdominal), pseudoquistes pancreáticos (líquido y tejido destruido que puede infectarse), y deposiciones grasas. Como consecuencia de la destrucción de las células que sintetizan insulina, el paciente puede convertirse en diabético.

El dolor de la pancreatitis crónica puede ser severo y continuo o bien intermitente. Éste puede agravarse al comer, beber, y con la toma de bebidas alcohólicas.



Pruebas relacionadas
Amilasa (enzima pancreática responsable de la digestión de los carbohidratos); es la prueba más utilizada en sangre para el diagnóstico de la pancreatitis aguda. El incremento de la amilasa sérica se inicia a las 2-12 horas desde el inicio de los síntomas, alcanzando un máximo a las 12-72 horas. El aumento puede ser de 5 a 10 veces el límite superior de normalidad y en general se normaliza al cabo de una semana. Las concentraciones de amilasa pueden ser útiles en la pancreatitis crónica, observándose un aumento moderado hasta que las células que la producen son destruidas.
Lipasa (enzima que, junto con la bilis del hígado, digiere las grasas): aumenta en sangre entre las 4-8 horas desde el inicio de una crisis aguda, observándose el máximo a las 24h. Puede elevarse varias veces sobre el límite superior de normalidad y permanecer así durante más tiempo que la amilasa. Al igual que en la pancreatitis crónica, cuando las células son destruidas y la síntesis de lipasa disminuye a menos del 10% del valor normal, aparece esteatorrea (deposiciones grasas y malolientes).
Tripsina (digiere las proteínas): parece ser la prueba en sangre más sensible para la pancreatitis aguda, pero no es una prueba rutinaria. El test de tripsina en heces es utilizado para comprobar una insuficiencia pancreática y puede formar parte del estudio de la pancreatitis crónica. El tripsinógeno (tripsina inmunoreactiva) es una prueba útil para comprobar la suficiencia pancreática en casos de pancreatitis crónica.

Otras pruebas que pueden utilizarse en la pancreatitis aguda para comprobar la existencia de complicaciones, incluyen:
Hemograma (con recuento de las células de la serie blanca)
Estudio metabólico con medida de bilirrubina y pruebas de función hepática
Glucosa
Calcio
Magnesio
Proteína C Reactiva (para evaluar inflamación)

Otras pruebas que pueden utilizarse para verificar la existencia de pancreatitis crónica son:
Determinación de grasa en heces
Tripsina
Tripsinógeno (Tripsina inmunoreactiva)

Otras pruebas diagnósticas (ajenas al laboratorio)
Ecografía abdominal
CREP (colangiopancreatografía retrógrada endoscópica): pruena que utiliza un tubo flexible introducido por la nariz o la boca hasta el estómago y la entrada del páncreas, para observar, y en algunas ocasiones retirar, cálculos biliares.
Colangiopancreatografía con resonancia magnética: un tipo de resonancia magnética nuclear utilizada para visualizar las vías biliares y el páncreas; a menudo utilizada antes o en lugar de la CREP.
Tomografía computarizada (TAC-escáner)
Prueba de la secretina (no suele ser disponible de manera generalizada): se coloca un tubo en el duodeno con el objetivo de recoger las secreciones pancreáticas después de una estimulación con secretina intravenosa. La cantidad de algunos enzimas y del bicarbonato en la secreción pancreática se compara con los valores de personas sanas



Prevención, Detección precoz y Tratamiento
La pancreatitis exige atención médica rápida. Durante una crisis aguda, existe la posibilidad de que el páncreas sea destruido en pocas horas, causando complicaciones que pueden llegar a ser peligrosas para la vida.

Pancreatitis Aguda

Generalmente no es posible prevenir o detectar precozmente la mayoría de crisis agudas de pancreatitis, que se presentan de forma aislada. Si se deben a un estado de alcoholismo (para llegar a esta situación se requieren varios años de un consumo moderado-alto de alcohol), en general la crisis se desencadena por un episodio de gran consumo de alcohol. A pesar de que las crisis agudas pueden no ser evitables (dado que el paciente aún está bebiendo), pueden haber existido dolores previos que podrían haber sido tratados buscando la atención médica adecuada. En el caso de los cálculos biliares u otras causas de pancreatitis aguda, normalmente no existe advertencia antes de la crisis.

El tratamiento, en general, consiste en controlar el dolor, ayunar y permitir que el páncreas "descanse" durante varios días o semanas, mientras duren los síntomas. Durante este período de tiempo los pacientes se hospitalizan, administrándose todos los líquidos y nutrientes de forma intravenosa (IV). Si ocurren complicaciones, éstas son monitorizadas y tratadas, por ejemplo, en el caso de una infección, con antibióticos. Si la pancreatitis aguda es debida a cálculos biliares, puede ser necesaria la cirugía para extraer la vesícula biliar.

Pancreatitis Crónica


El tratamiento de la pancreatitis crónica consiste en prevenir futuras crisis, minimizar la lesión pancreática, y tratar las lesiones causadas. La abstinencia alcohólica es crítica en la prevención de futuras crisis. En algunos casos puede ser útil seguir una dieta pobre en grasas, con el objetivo de reducir la carga del páncreas, así como la administración de suplementos de enzimas pancreáticos para intentar corregir los posibles déficits y la malabsorción. En otros casos pueden ser necesarios suplementos de vitaminas liposolubles y de calcio. La glucosa (azúcar en sangre) se controla con frecuencia, y en algunos casos en los que el paciente haya desarrollado una diabetes se requerirá administrar insulina (en estos casos la medicación oral generalmente no es útil).

El control del dolor es una parte importante del tratamiento, ya que durante el curso de la enfermedad puede llegar a ser de moderado a severo. En algunos pacientes es necesaria la administración de narcóticos y antidepresivos. En otros casos puede ser necesario recurrir al bloqueo nervioso mediante la inyección de alcohol, y en algunos a través de cirugía. Sin embargo, con el tiempo y la disminución de la función pancreática, la intensidad del dolor puede disminuir.

En algunos casos es necesario recurrir a la cirugía, con el objetivo de eliminar una parte o la totalidad del páncreas y/o extraer o evitar obstrucciones. Asimismo es importante tener presente que la cirugía pancreática es muy difícil, por lo que requiere un cirujano experimentado en este tipo de cirugía.

Los pacientes con pancreatitis crónica presentan un mayor riesgo de desarrollar cáncer de páncreas. Por este motivo, de la misma manera que el médico supervisa el estado de la pancreatitis crónica, también vigilará la aparición de un posible cáncer

sábado, 1 de enero de 2011

Migrañas



Ni todos los dolores de cabeza son migrañas, ni todas las migrañas cursan con dolores de cabeza. La cefalea o dolor de cabeza es una de las formas más comunes de dolor. Aunque su causa es desconocida, el dolor que la produce se debe a una dilatación de las arterias situadas en el cráneo.

Una migraña es un dolor de cabeza recidivante, pulsátil e intenso que habitualmente afecta a un lado de la cabeza, aunque puede afectar a ambos. El dolor empieza repentinamente y puede estar precedido o acompañado de síntomas visuales, neurológicos o gastrointestinales.

Aunque la migraña puede iniciarse a cualquier edad, generalmente empieza en personas entre 10 y 30 años de edad. A veces desaparece después de los 50 y es más frecuente en mujeres que en varones. Si se tiene en cuenta que más del 50 por ciento de las personas con migraña tienen familiares que también la padecen, es de suponer que la tendencia puede estar transmitida genéticamente. En general, el dolor de la migraña es más grave que las
cefaleas tensionales.





Las causas exactas de las migrañas se desconocen, aunque se han estudiado varias teorías. Actualmente se cree que la migraña es un trastorno constitucional con base genética. Las causas desencadenantes son difíciles de identificar y diferentes en cada personas, pero las más frecuentes son:

· Herencia: Aunque la forma de herencia no está totalmente establecida, en algunas formas especiales de migraña ya se ha identificado el gen que la transmite situado en el cromosoma 9.

· Edad: En la infancia la migraña se presenta por igual en niños y niñas. A partir de la pubertad y debido a los cambios hormonales, se dispara la incidencia de migraña en las mujeres.

· Estrés y
ansiedad: Es necesario aprender a relajarse, buscar alguna distracción en momentos estresantes.

· Hormonas: Lo más frecuente es padecer una o dos crisis al mes, fundamentalmente en la época de primavera y otoño, y éstas pueden llegar a durar de 4 a 72 horas. Además del intenso dolor de cabeza estas dolencias van acompañadas de otros síntomas como náuseas, fotofobia o vómitos. En menor medida pueden provocar irritabilidad,
anorexia, vértigos y mareos. La migraña suele empeorar con la ovulación y la menstruación, así como con la toma de anticonceptivos orales. El embarazo, sin embargo, suele mejorar transitoriamente la migraña y muchas mujeres mejoran extraordinariamente cuando desaparece la menstruación (menopausia).

· Ingestión de alcohol y dieta: Algunos alimentos y bebidas pueden desencadenar ataques de migraña. Por ejemplo, el alcohol, especialmente el vino tinto o burdeos; las comidas con glutamato monosódico MSG; productos que contienen tiramina; o las carnes en conserva con nitratos.

· Falta o exceso de sueño: También puede ser un desencadenante de la migraña.

· Factores medioambientales: El tiempo o los cambios de temperatura, las luces deslumbrantes o las fluorescentes, las pantallas de ordenador, los fuertes olores y las elevadas altitudes.





Síntomas de Migrañas





No se dispone de ninguna prueba de laboratorio que sea útil para el diagnóstico de la migraña, aunque, debido a su patrón específico del dolor, suele resultar fácil identificarla. Alrededor del 20 por ciento de las personas manifiestan síntomas de
depresión, irritabilidad, inquietud, náuseas o falta de apetito, que aparecen unos 10 a 30 minutos antes de iniciarse el dolor de cabeza (período denominado aura o pródromo).

Un porcentaje similar de personas pierde la visión en un área específica (denominado punto ciego o escotoma), o perciben luces dispersas o centelleantes; con menos frecuencia sufren una distorsión de las imágenes, como por ejemplo, cuando los objetos parecen más pequeños o más grandes de lo que en realidad son. Algunas personas experimentan sensaciones de hormigueo o, con menor frecuencia, debilidad en un brazo o pierna. Es habitual que estos síntomas desaparezcan poco antes de iniciarse la
cefalea, pero a veces se mezclan con el dolor.





Tipos de Migrañas





Existen diversos tipos de migrañas: la migraña con aura está precedida de alteraciones de visuales, como manchas negras en el campo visual o visión de puntos o líneas luminosa. La migraña acompañada aparece con pérdida de fuerza en la mitad del cuerpo o con alteraciones en el sistema nervioso central. Otro tipo de migraña, sin
cefalea, se caracteriza por vómitos, náuseas y abatimiento, sin que aparezca dolor de cabeza. El 90 por ciento de los pacientes que sufren los tipos de migraña más frecuentes, que son:

· Cefalea de tensión: es un dolor leve o moderado. Puede estar provocado por el estrés, malas posturas, fatiga o depresión.

· Cefalea de racimo: Es más frecuente en mujeres. Se trata de un dolor en uno de los lados de la cabeza que se extiende hasta llegar al ojo. Puede durar unos 15 minutos y a menudo ocurre por la noche.

· Migrañas o jaquecas: Constituye un conjunto de síntomas entre los que se encuentran, además del dolor de cabeza, vómitos, náuseas, sensibilidad a la luz y al ruido. Las migrañas son trastornos que tienen base hereditaria. El dolor suele localizarse en una parte de la cabeza o en toda. Tiene un carácter pulsátil y se acompaña de un malestar generalizado. Este dolor empeora normalmente con la actividad física y mejora con el reposo. Afecta a 17 de cada 100 mujeres y a un 5 por ciento de los hombres





Tratamientos




Aunque todas las migrañas están asociadas con el dolor, difieren en su severidad y su frecuencia. Por ello es necesario crear un tratamiento a medida que atienda las necesidades individuales de cada enfermo. La medicación intensa es empleada para tratar cefaleas determinadas y deben usarse rápidamente en la fase inicial. En ocasiones también son efectivas para la reducción de otros síntomas del ataque, como las náuseas, los vómitos o la sensibilidad al ruido o la luz. Las terapias preventivas son empleadas de forma diaria para prevenir los ataques o reducir su frecuencia y severidad.

Dentro de estas terapias se encuentran las farmacológicas y las no farmacológicas, como las terapias físicas y de comportamiento. Por último, los medicamentos de rescate se aplican cuando la medicación intensa falla. Generalmente pueden administrase en casa, aunque algunas terapias más agresivas que requieren inyecciones intramusculares o intravenosas se dan en el consultorio médico o en el servicio de urgencias. Este tratamiento puede causar somnolencia, lo que resulta adecuado para aliviar el dolor, aunque algunos pacientes se quejan porque les impide continuar con sus actividades cotidianas. Existen cuatro agentes diferentes para el tratamiento individual de las migrañas:

· Analgésicos.

· Antieméticos.

· Ergotamina.

· Triptanes. Algunos tratamientos combinan varios agentes, pero su abuso puede agudizar el problema en lugar de aliviarlo. Existen además varias terapias no farmacológicas que están siendo utilizadas con éxito en el abordaje o prevención de las
cefaleas:

· La terapia de retroalimentación eléctrica monitoriza las sensaciones del cuerpo, desde la temperatura hasta la tensión muscular. Conocida esta información, el paciente intenta mejorar el control sobre la tensión muscular y la temperatura con el fin de eliminar los síntomas asociados a las cefaleas y reducir la frecuencia y severidad de los ataques.

· Terapia cognitiva: consiste en aprender a controlar los pensamientos y reducir los de naturaleza negativa. Esto permite que el enfermo controle el estrés y las situaciones en la que es probable que se desencadene un ataque.